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Trabajo y jornada – Entre retroceso y avance

  • Foto del escritor: Kiara  Morales
    Kiara Morales
  • 26 may
  • 3 Min. de lectura


La propuesta legislativa que busca modificar la jornada laboral en Costa Rica, permitiendo jornadas de cuatro días de trabajo por semana con jornadas diarias de hasta doce horas, ha desatado un necesario debate sobre la evolución de las relaciones sociales de producción. Este cambio legal, lejos de responder a la transformación estructural del trabajo en el siglo XXI, representa una regresión en los derechos laborales consolidados. En este contexto, es crucial distinguir entre dos arquetipos laborales: el trabajador manual, típico del modelo capitalista clásico, y el trabajador del conocimiento, emergente en lo que algunos denominan postcapitalismo o la Cuarta Revolución Industrial. La jornada laboral medida en horas responde a una lógica industrial, que ha dejado de ser adecuada para una economía basada en el conocimiento.


En las nuevas formas de producción, el conocimiento ha sustituido al capital como factor productivo dominante. Según Peter Drucker (1999), “el conocimiento ha emergido como el recurso económico clave y el trabajador del conocimiento como el actor central en la economía” (p. 79). Esta afirmación no solo señala un cambio técnico, sino una mutación profunda en las relaciones laborales: el valor ya no se mide en función del tiempo invertido, sino de los resultados generados. Así, la jornada laboral rígida y homogénea resulta obsoleta para los trabajadores del conocimiento, quienes requieren autonomía, flexibilidad y evaluación por desempeño, no por presencia.


En este modelo, el trabajador del conocimiento no se somete a jerarquías estrictas ni a horarios fijos. Como afirma Drucker (2001), “el trabajador del conocimiento se dirige a sí mismo. Está motivado por la responsabilidad” (p. 143). Esta autonomía implica una nueva lógica de trabajo que choca frontalmente con las estructuras tradicionales de control horario.

No obstante, la mayoría de la fuerza laboral aún corresponde a trabajadores manuales o de baja calificación, cuyo ingreso depende directamente de la jornada trabajada. Para ellos, la flexibilización horaria sin protección adecuada significa precarización. Reducir la semana laboral a cuatro días de doce horas elimina límites diarios a la jornada, afecta la salud, y diluye el derecho al pago de horas extraordinarias.


Este tipo de reformas laborales son profundamente regresivas, ya que afectan principalmente al eslabón más débil de la cadena productiva. Como recuerda la encíclica Rerum Novarum, el trabajo no puede ser tratado “como una mercancía”, y el derecho del trabajador debe ser protegido por el Estado para evitar que “el más fuerte oprima al más débil” (León XIII, 1891, n. 36). En esa misma línea, la encíclica Laborem Exercens señala que “el trabajo humano no puede considerarse como una mercancía u objeto cualquiera de compraventa” (Juan Pablo II, 1981, n. 7).


Paradójicamente, mientras la economía global evoluciona hacia modelos basados en creatividad, innovación y conocimiento, la legislación laboral propuesta en el proyecto de ley 4-3 parece anclarse en una lógica industrial del siglo XIX, ignorando tanto la necesidad de proteger a los trabajadores manuales como de repensar las métricas de productividad para los trabajadores del conocimiento. Si el cambio en la jornada laboral se piensa solo como una forma de «flexibilizar» sin una dimensión ética, se incurre en una peligrosa forma de retroceso social.


El verdadero desafío legislativo no está en prolongar las jornadas laborales bajo nuevas etiquetas, sino en reconocer la diversidad de actores en el mundo del trabajo y diseñar normas que los protejan y potencien. La evolución de las relaciones sociales de producción exige indicadores más humanos, y menos horarios; más responsabilidad y menos control. En palabras de Drucker (1999), “la productividad del trabajador del conocimiento es el desafío de gestión más importante del siglo XXI” (p. 79), y debe enfrentarse con políticas que respondan a esta nueva realidad, no con ajustes que refuercen la desigualdad y la explotación de los más vulnerables.


Referencias


  • Drucker, P. F. (1999). Management challenges for the 21st century. HarperBusiness.

  • Drucker, P. F. (2001). The essential Drucker: The best of sixty years of Peter Drucker’s essential writings on management. HarperBusiness.

  • Juan Pablo II. (1981). Laborem exercens [Encíclica]. Vaticano. https://www.vatican.va

  • León XIII. (1891). Rerum novarum [Encíclica]. Vaticano. https://www.vatican.va


Por: José Manuel Núñez González

Publicado en La Revista el viernes 23 de mayo de 2025, enlace aquí

 
 
 

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