Cuando la democracia se apaga
- Kiara Morales
- 16 jul
- 2 Min. de lectura

Cuando la democracia se apaga, no hace ruido. No emite un golpe ni un anuncio oficial. A veces muere en silencio, entre egos, cálculos partidarios y alianzas que no se concretaron. Pero cuando por fin notamos su ausencia, ya es tarde.
Hablo como ciudadana, como militante y como alguien que comulga profundamente con los valores democráticos. Desde esos tres lugares, con preocupación creciente, observo cómo los partidos que dicen defender la democracia se dispersan, se invalidan. Como si el adversario principal fuera quien está más cerca ideológicamente, y no quien ataca sin pudor los cimientos del sistema.
Mientras tanto, quienes no creen en las reglas, quienes ven en el caos una oportunidad, siguen avanzando. No disimulan: desprecian los contrapesos, se burlan de las instituciones y desinforman sin reparos. Y lo hacen con una eficacia que solo la fragmentación de sus adversarios puede explicar.
Hannah Arendt escribió que el poder nace cuando las personas se reúnen y actúan juntas. Pero aquí estamos, dispersas, atrapadas en lógicas pequeñas. Creyendo que cada quien, desde su isla, puede sostener un país entero. Como si no entendiéramos que lo que está en juego ya no es una elección más, sino las bases construidas por dos siglos de esfuerzo colectivo y pacto republicano.
Levitsky y Ziblatt lo explican sin ambigüedades: cuando la democracia está en peligro, se requiere una responsabilidad mayor. Porque renunciar temporalmente a objetivos propios para hacer un frente común no es traicionar una causa, sino proteger la posibilidad de que esa causa exista mañana.
Este no es un tiempo de mezquindades. Es un tiempo que exige coraje, generosidad política y sentido histórico. Porque si quienes creemos en la democracia no logramos unirnos ahora, si no somos capaces de reconocernos como aliadas y aliados en lo esencial, entonces estaremos allanando el terreno a quienes desprecian los límites, rehúyen el diálogo y ven en el poder una herramienta para imponerse, no para servir.
Y si eso ocurre, no podremos decir que no lo vimos venir. Solo que no supimos estar a la altura.
Por: Karla Chaves Brenes
Secretaría de Comunicación, adn
Publicado en Panorama de la Cámara Nacional de Radio, ver comentario aquí







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