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Cuando el barco se hunde

  • Foto del escritor: Kiara  Morales
    Kiara Morales
  • hace 3 días
  • 3 Min. de lectura


Antes de que termine el mes, necesito decirlo: escuché con atención los discursos del Primero de Mayo y me sentí desolada. Como mujer, ama de casa, madre, emprendedora y activista comunal, hace tiempo que no me siento representada ni identificada con lo que dicen, desde sus cómodos podios, “los señores Rodrigos”.


Sus discursos no resuelven los problemas reales de la gente, pero mucho menos los de nosotras, las mujeres. Son estilos distintos que alimentan la falsa idea de que la lucha es entre élites y sectores populares, cuando en realidad ambos hablan desde el privilegio que habitan y exhiben. Se presentan como antagonistas, pero se encuentran en los mismos restaurantes, brindan con el mismo vino y sirven a los mismos intereses económicos.


Mientras tanto, nosotras empezamos cada lunes llevando a nuestros hijos a escuelas cada vez más deterioradas e inseguras. Escuelas sin recursos, sin maestras, sin programas completos, y sin oportunidades reales como aprender un segundo idioma que les abra puertas a un mejor futuro. “¡Corran mamás y abuelitas a recoger a sus niños!”, nos dicen, porque no hay quién los atienda. Deje tirado el trabajo, lo que estaba haciendo, porque el Estado ya no puede, ni quiere ayudarnos. No alcanzó para becas, ni comedor, ni red de cuido. “¡Qué tirada! No nos pusimos de acuerdo”.


Y mientras ustedes se lanzan discursos venenosos desde la comodidad de sus curules, nosotras seguimos cargando solas con el cuido de nuestros adultos mayores, personas enfermas o con discapacidad. Seguimos haciendo filas interminables en hospitales colapsados, perdiendo tiempo, energía y la esperanza, porque nuestros seres queridos mueren esperando atención. Mientras ustedes perpetúan la división con su retórica, a nosotras nos están matando. Nuestras hijas y sobrinas ya no caminan: corren con miedo en las calles. Perdemos el sueño cada vez que un hijo sale, porque las balaceras son ahora parte del paisaje urbano.


¿De cuáles logros hablan? Si cada vez que vamos al supermercado podemos comprar menos. Los precios suben, los salarios no alcanzan. Nos hablan de estabilidad macroeconómica como si eso pusiera comida en nuestras mesas.


Según el informe de la IFAD: “Invertir en la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres no sólo es más urgente que nunca, sino que es una inversión sumamente inteligente para fomentar el crecimiento económico, la seguridad alimentaria, las oportunidades de generación de ingresos y la mejora de las condiciones de vida".


Pero aquí seguimos relegadas, sin políticas que nos incluyan ni decisiones que nos beneficien.


En estos tres años no hemos visto mejoras reales. Solo debates inútiles: uno lanza improperios, el otro usa florituras. Ambos alejados de nuestra realidad. Dos caras de la misma moneda. No les importamos, aunque juren amar a sus madres, hijas y abuelitas.


Quisiera que la próxima vez esas sillas las ocupen personas capaces de comprendernos y de asumir que sin nosotras no hay futuro. Ya muchos economistas están de acuerdo en que cuando invertimos en las mujeres y las niñas, estamos invirtiendo en personas que invierten en todos los demás.


Me aferro a la esperanza de que aún hay muchas personas buenas, dispuestas a trabajar juntas por el bien común. El otro día leí esta frase: “Para ser un buen líder, primero hay que ser una buena persona.” Pensemos en esto cuando llegue febrero y nos toque votar. Escojamos gente con valores, con causas nobles, que haya demostrado su amor por Costa Rica con hechos, no con palabras. Personas que entiendan los problemas desde la empatía y que busquen el diálogo como camino para los grandes acuerdos.


Cuando un barco se hunde, el grito de supervivencia siempre ha sido: “¡Mujeres y niños primero!” Porque el cuidado y el futuro de todos dependerá siempre de quienes sean capaces de priorizar a los más vulnerables.


Por: Catalina Obregón López

Secretaría de Mujeres y Género

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